Había una vez un
campesino llamado Carlitos Pérez que tenía diez hijos. Vivían en
una pequeña finquita muy bonita que tenía diez vaquitas que eran la
envidia de los vecinos. Las vaquitas del viejo eran la más
productivas de la región. De hecho Carlitos eran un campesino muy
rico y orgulloso, se paseaba por el pueblo mostrándose a sus vecinos
cuan rico era. Al único al que el viejo le rendía pleitecia era al
lechero que le compraba la leche. Tan era así la cosa que le dejaba
ordeñar unas cuantas vacas pagándole este casi nada por la leche.
Pero Carlitos no era muy
justo. Tres de los hijos, los mayores y favoritos, vivían en la casa
de la finca y tenían sus propios animales. El mayor tenía una
gallina, el segundo un marrano y el otro una cabra. El viejo se
quedaba con la mayoría de las ganancias de la leche y los tres
hermanos mayores daban de comer a los menores. Como ellos eran los
que llevaban la comida a la casa eran los que se sentaban a la mesa
primero, los siete hermanos menores tenían que esperar su turno para
comer y muchas veces la comida que les quedaba estaba fría, poca,
rancia y babeada.
Los siete hermanos
menores no dormían en la casa, ellos tenían que dormir con los
animales en el establo donde hacía mucho frio y apestaba a mierda de
gallina mezclada con chichi de marrano.
Muchas veces el viejo
invitaba a la mesa de la casa al lechero y este se tragaba toda la
comida, dejando pasando hambre a los siete más pequeños. Los siete
hermanitos odiaban al viejo, a los hermanos mayores y sobretodo al
lechero.
De los siete hermanitos
había uno que sobresalía: Huguito. Cuando los hermanitos se
sentaban a la mesa hablaba sin parar, contaba chistes, cantaba,
recitaba poemas, contaba cuentos e historias fabulosas. Así como era
de gracioso Huguito era muy pelionero, en la escuela cazaba peleas
defendiendo a sus hermanitos.
Un día Huguito viendo la
injusticia con la cual el viejo Carlitos trataba a los hermanitos
menores decidió revelarse y enfrentar al viejo cuando este volvía
del pueblo. Se le paró al frente de la casa y le dijo: En esta casa
ahora mando yo, no vas a volvernos a tratar mal a mi, ni a mis
hermanos. Como Huguito era tan chiquito lo cogió de una oreja, lo
llevó dentro de la casa y le dio una paliza. Luego lo castigo un
buen tiempo para que aprendiera la lección. Durante el castigo
Huguito le cogió más odio al viejo y a sus hermanos mayores.
Terminado el castigo de
Hugito se reunieron los hermanos y decidieron deshacerse del viejo,
la injusticia era evidente, sabían que el viejo se robaba la mayor
parte de la plata de la leche y votaron por echarlo de la casa y
nombraron a Huguito como jefe. El viejo se fue a vivir con el
lechero, este le debía muchos favores y al poco tiempo fue olvidado
por los diez hermanos.
El primer año fueron muy
felices, Huguito contaba cada vez mejores y más divertidos cuentos
que sus hermanos escuchaban con atención, con el dinero de la leche
había comida para todos y la leche cada vez era más cara y los
hermanos vivían como reyes. Los que no estaban muy felices eran los
hermanos mayores, porque dentro de la casa vivían un poco más
apretados y los hermanitos menores que antes ayudan a cuidar al
marrano, la gallinas y la cabra ya no querían trabajar, Huguito les
había prometido comida de la venta de la leche. No necesitaban
ayudar en la finca.
Un día Huguito decidió
dar un paseo por el campo y visitar las fincas de los vecinos. Como
Huguito era tan divertido se hizo muy popular entre sus vecinos.
Conoció a Rafael que era dueño de una finquita muy pequeña, un
chico inteligente pero algo acomplejado por los saquitos que le hacía
poner la mamá. Conoció a Cristina, una viejita muy sexy que tenía
mil carteras y dos mil zapatos, la finca se la había dejado el
marido hipotecada con el lechero y ella comprándose zapatos y
carteras se había endeudado un poco más. Conoció a Evito, el más
tierno de todos. Como era medio bobito todos lo querían y lo
trataban con cariño. Conoció a Danielito, un borrachito de lo más
lindo. Todos ellos le hablaron de un misterioso viejito que vivía en
una choza pobre y apestosa en la mitad del lago. El viejito Fidel
decía la leyenda que tenía más de cien años y que era muy pobre
porque cuando era niño trato de ponerle un torpedo en el culo al
abuelo del lechero y este se dio cuenta antes de que estallara. Como
castigo el abuelo del lechero le dijo que en la vida de él y las de
sus sucesores le comprarían leche.
Los empezó a visitar con
frecuencia. Les cantaba, les contaba cuentos y sobretodo les regalaba
leche. Los vecinos lo adoraban y sobretodo Evito al que adoptó como
un hijo bobo y a Fidel al cual le daba dinero y leche. Huguito
adoraba a Fidel porque le parecía graciosisimo el cuento del
torpedito y soñaba viendo le estallar el culo al lechero.
Mientras tanto los
hermanos mayores a escondidas de Huguito estaban comiendo un poquito
mejor que los hermanos menores porque vendían en el pueblo los
huevos, el tocino y la leche de cabra. No les importaba mucho lo que
Huguito hiciera con la leche porque ellos de su propio trabajo podían
comer.
Pero un día Huguito se
dio cuenta que los hermanos mayores estaban comiendo mejor que los
hermanos menores y le dio mucha ira y envidia. Viajó a la cabaña
del viejito Fidel y le pidió consejo. Al regresar cito a todos los
hermanos a la mesa y les dictó la nueva regla: En esta casa nadie va
a comer más que los demás... y se puso a cantar. Los hermanos
mayores no entendieron como iban a lograr eso y siguieron como si
nada.
Cuando Huguito se enteró
se puso furioso y gritó: ¡exprópiese! Nadie entendía que
significaba esa palabra que Huguito se había inventado. Pues muy
sencillo les explicó ese marranito ahora es de la familia, los
hermanitos menores estaban eufóricos, no lo podían creer nunca
habían comido tocino. Los hermanitos mayores estaban horrorizados.
El marranito se lo dieron a un hermanito menor que no sabía cuidar
marranos, el marranito se puso flaco, flaco hasta que se murió.
Cuando se murió el marrano los hermanitos menores estaban felices y
prepararon una lechona. Huguito se puso a cantar de la felicidad, el
marranito estaba muy sabrozo.
Luego le tocó el turno
al dueño de la cabra, este corrió y trató de venderla a una finca
vecina pero fue atrapado por sus hermanos. Le quitaron la cabra que
quedó a cargo de otro hermanito menor. El hermanito menor no sabía
como ordeñarla y le dijo a sus hermanos que la cabrita está mala.
Como la cabrita ya no producía leche decidieron hacer un asado. El
dueño de la cabrita les rogó que se la devolvieran, que el la ponía
a producir de nuevo. Pero Huguito hizo oídos sordos y canto una
canción de asado y se comieron a la cabrita.
El dueño de la cabrita y
el dueño del marranito no aguantaron la tristeza y se fueron de la
finca a vivir a una finca vecina donde ayudaban con el arado y las
labores de la casa. Solo quedó el hermanito dueño de la gallina,
que decidió colaborar con Huguito a cambio del maíz para alimentar
la gallina.
Con el paso del tiempo
los hermanitos menores descuidaron a las vaquitas. A una vaquita no
la ordeñaron se le inflamaron las tetas, se enfermó y murió. Otra
vaquita se cayó en una zanja, no le cuidaron la patica y se murió.
Una a una se fueron muriendo las vaquitas, hasta que quedaron solo
tres. Nadie se hacía responsable de las vaquitas porque las estas
eran de todos y de ninguno. Huguito estaba furioso y le echaba la
culpa al dueño de la gallina, lo culpó de matar las vaquitas con la
ayuda del lechero. La historia no tenía sentido, pero sus hermanitos
menores se creyeron la historia porque la dijo cantando y cuando
Huguito cantaba todos le creían.
Como solo quedaban tres
vaquitas las cosas en la finca no se pusieron muy bien. El dinero de
la venta de la leche no alcanzaba, además Huguito le había
prometido mucha leche a Evito, a Fidel, a Cristina y a medio pueblo.
Entonces Huguito decidió recurrir al lechero y le dijo que le
prestara dinero que el le pagaría con leche en el futuro. El lechero
le pago por anticipado 2 años de leche y Huguito hizo una fiesta
para festejar, sus hermanos lo adoraban. Luego a Huguito se le volvió
a acabar el dinero y el lechero le volvió a adelantar dinero,
Huguito armó otro fiestón. Así Huguito fue hipotecando su futuro y
haciendo feliz a sus hermanos. En las fiestas maldecía al lechero y
pero sus hermanos ignoraban que el lechero ya era dueño de la finca.
Lo único que hacía sospechar a los hermanos es que muchas veces no
había agua para bañarse y el le echaba la culpa al dueño de la
gallina. Otras veces no había luz y le echaba la culpa al dueño de
la gallina y amenazaba con quitársela. Otras veces no había huevos
y también le echaba la culpa al dueño de la gallina, aunque este
les explicaba que la gallina sin maíz no producía huevos Huguito lo
acusaba de esconder los huevos y comérselos a escondidas.
Un día Huguito por no
bañarse bien, lo hacía en solo tres minutos, cayó muy enfermo.
Como no confiaba en sus hermanos y sospechaba que el lechero vendría
a cobrarle la deuda decidió irse a vivir con el viejito Fidel. Desde
su lecho de enfermo encargo a Madurito que se encargara de la finca.
Madurito era el mismo que había cuidado al marranito y a la cabrita.
Lo escogió porque era el que más experiencia tenía.
Al poco tiempo Huguito
murió y como era de esperarse le echaron la culpa al lechero y al
dueño de la gallina. Sus hermanitos se pusieron muy tristes y lo
lloraron siete días y siete noches. Lo lloró Evito, porque ya no
tenía quien lo cuidara, lo lloró Cristina porque ya no tendría
para comprar nuevos zapatos, lo lloró Danielito ya no tendría quien
le comprase licor. Pero sobre todo lo lloró Fidel, Huguito era el
único que le regalaba leche y dinero.
A ver niños:
- ¿Qué creen que pasará con la finquita de Huguito?
- ¿Qué harán los hermanitos con Madurito cuando se den cuenta que la finquita ya no les pertenece?
- ¿Qué harán cuando se den cuenta que la gallina no produce huevos para todos?
- ¿Matarán la gallina y se la comerán?
-
¿Volverán los hermanitos que eran dueños del marranito y la cabrita?
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